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Al Salir de Clase

El valor de aprender del fracaso: la mentalidad que impulsa

UNIE Universidad
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Hay una idea que nos acompaña desde pequeños y que se cuela en casi todo lo que hacemos. Acertar en el examen, acertar en el trabajo, acertar incluso cuando no sabemos muy bien qué estamos haciendo. Crecemos rodeados de mensajes que empujan a ocultar los fallos, a corregirlos deprisa y a seguir adelante como si no hubieran existido.

Sin embargo, lo que de verdad nos transforma no es una racha de aciertos, sino lo que ocurre después de un tropiezo. Es un lugar incómodo, sí, pero también fértil. Un territorio donde se afina el criterio, la resiliencia y la capacidad de ver alternativas que antes no estaban sobre la mesa.

En educación y en el trabajo, este enfoque sigue siendo una asignatura pendiente. Se aplaude la perfección, pero se entiende poco la importancia del proceso. Ese cambio de mirada es también una de las líneas de trabajo que impulsa UNIE Universidad, donde investigamos y enseñamos desde enfoques que valoran tanto el proceso como el resultado.

¿Qué es realmente el fracaso y cómo cambiar la mentalidad?

El fracaso suele presentarse como un final, pero en realidad es solo un resultado distinto al que esperábamos. A veces duele, otras nos desconcierta, pero siempre nos da una información que no tendríamos de otra manera. Cambiar la forma de mirarlo implica dejar de colocarlo en el cajón de “lo que no debería pasar” y empezar a verlo como una parte más del proceso. No hace falta romantizarlo, solo entender que, cuando algo sale mal, no estamos ante una sentencia, sino ante un punto de partida para pensar con más claridad y ajustar lo que viene después.

Del miedo a fallar a la mentalidad de crecimiento (Growth Mindset)

El miedo a fallar bloquea más que el propio error. Cuando alguien cree que su habilidad es fija, cualquier tropiezo se vive como una prueba de que “no da la talla”. La mentalidad de crecimiento propone justo lo contrario: las capacidades pueden desarrollarse con práctica, retroalimentación y buenos referentes. No es magia ni autosuperación, es un marco para trabajar con más calma. Y para que funcione, no basta con repetir frases motivadoras; hace falta un entorno que dé permiso para equivocarse y que entienda el error como una señal, no como un juicio.

¿Se aprende más del fracaso que del éxito?

Del éxito se aprende a confirmar lo que funciona. Del fracaso, lo que no estaba funcionando y lo que se puede cambiar. El valor no está en fallar por fallar, sino en el análisis posterior. Cuando un equipo, un estudiante o un profesional revisa con honestidad qué ha ocurrido, obtiene información que no aparece en un camino solo lleno de aciertos.

¿Por qué es fundamental aprender de los fracasos en la educación y el trabajo?

Superar la aversión al error en la etapa universitaria

En la universidad, muchos estudiantes sienten que equivocarse es sinónimo de perder el rumbo. Pero, si se normaliza el fallo como parte del aprendizaje, baja la presión y crece la curiosidad. Cuando un docente acompaña, explica y permite rehacer, el error deja de ser un punto negro y se convierte en una herramienta. No se trata de aprobar sin esfuerzo, sino de crear un espacio donde el estudiante pueda mejorar sin miedo a quedar marcado por un tropiezo.

Fracaso y empleabilidad: el perfil que buscan las grandes empresas

Al pasar al mundo laboral, aparece un detalle interesante. Y es que las empresas no valoran tanto la perfección como la adaptabilidad. Buscan personas que sepan reaccionar cuando algo sale al revés, que analicen la situación y ajusten su forma de trabajar. En un entorno cambiante, la gente que ha aprendido a gestionar errores suele desenvolverse mejor. No por tener una lista de fracasos, sino por haber desarrollado la capacidad de responder ante ellos.

¿Cómo influyen los fracasos en el liderazgo y la toma de decisiones?

En liderazgo, los errores funcionan casi como un entrenamiento. Quien ha afrontado situaciones difíciles suele tomar decisiones más realistas, identificar riesgos antes de tiempo y acompañar mejor a su equipo cuando las cosas se complican. Al final, los líderes que saben reconocer y evaluar sus propios fallos suelen generar culturas de trabajo más sanas y más eficaces.

5 pasos para aprender del fracaso y transformarlo en una lección

  1. Asume la responsabilidad (sin buscar culpables)
    Reconocer que algo no ha salido bien es el primer paso para entender qué puedes cambiar. No se trata de cargar con culpas ajenas ni de dramatizar, sino de asumir la parte que te toca. Por ejemplo, si entregaste un proyecto tarde porque calculaste mal los tiempos, admitirlo te permite mejorar tu planificación la próxima vez, en lugar de quedarte atrapado en excusas.
  2. Analiza la situación (el qué y el por qué)
    Cuando el golpe ya ha pasado, mirar los hechos con distancia ayuda mucho. Qué ocurrió, qué decisiones tomaste, qué circunstancias estaban alrededor. Un análisis claro evita que repitas errores por inercia. Siguiendo el ejemplo anterior: ¿te faltó información? ¿subestimaste la carga? ¿no pediste ayuda a tiempo?
  3. Extrae las lecciones (el know-how que te queda)
    Toda situación deja algo útil si sabes mirarlo. Qué harías igual, qué cambiarías, qué detalle pasó desapercibido y ahora entiendes mejor. Esta parte convierte un fallo en aprendizaje real. Por ejemplo, descubrir que rindes mejor trabajando en bloques más cortos o que necesitas revisar tus entregas con alguien del equipo antes de darlas por cerradas.
  4. Redefine tu plan de acción y sé flexible
    Con lo aprendido, toca ajustar la ruta. No hace falta desechar tu objetivo; solo reorganizar el camino. Quizá debas incorporar una nueva herramienta, reservar más margen o comunicarte antes con quien depende de ti. La flexibilidad aquí es clave: si algo no funcionó, no lo repitas tal cual.
  5. Aplica el aprendizaje al siguiente reto
    Nada de esto sirve si no lo pones en práctica. En el siguiente proyecto, prueba ese cambio que identificaste: calcula tiempos con más margen, separa fases, pide una revisión temprana. Observa cómo impacta en el resultado. Ahí es donde la experiencia se convierte en avance y donde el error, encuentra su utilidad.

Al final, todo lo que hemos visto en este artículo apunta a una misma idea. El equivocarse no es un desvío del camino, sino parte del recorrido. Los fallos nos obligan a frenar, mirar con más detalle y ajustar la marcha, y en ese proceso aparece una forma de aprendizaje que no se obtiene de otra manera.

Si te apetece seguir explorando este enfoque desde la mirada de la educación inclusiva y con ejemplos muy concretos, desde UNIE Universidad hemos dedicado un episodio de ¿Qué pasaría si…? a una pregunta que encaja perfectamente con este cierre: ¿qué pasaría si la sociedad no tuviera miedo a equivocarse? En esta conversación, la profesora Sara Sánchez, especialista en educación inclusiva y docente del Máster Universitario Virtual en Necesidades Educativas Especiales de UNIE, responde a las preguntas que nos ayudan a entender por qué el error también es una herramienta pedagógica.

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