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Qué son las terapias de tercera generación: la evolución de la terapia cognitivo-conductual

UNIE Universidad
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La vida puede parecerse mucho a un autobús en marcha. Al volante estamos nosotros, pero en los asientos viajan todo tipo de pasajeros: recuerdos, emociones, pensamientos agradables… y también pensamientos más incómodos como el miedo, la inseguridad o la autocrítica. Algunos gritan, intentan imponerse y marcar la ruta. La clave no está en expulsarlos ni en detener el viaje, sino en seguir conduciendo hacia el destino que realmente queremos, aunque esos pasajeros sigan molestándonos.

Esta metáfora forma parte de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), que pertenece a las llamadas terapias de tercera generación. Son enfoques que han dado un nuevo punto de vista a la terapia cognitivo-conductual de siempre, añadiendo ideas como la aceptación, la atención plena y los valores personales como guía. Pero, más allá de la teoría, surge la pregunta: ¿en qué consisten realmente estas terapias?

Si quieres profundizar todavía más, en UNIE Universidad ofrecemos formación especializada en Psicología General Sanitaria que te permitirá dominar estas herramientas y aplicarlas con rigor en tu práctica profesional.

¿Qué son las terapias de tercera generación y cómo surgen?

Del modelo clásico a una terapia más actual y flexible

Durante mucho tiempo, la psicología trabajó sobre todo desde dos grandes corrientes: primero, el conductismo, que se centraba en cómo nos comportamos y cómo ese comportamiento podía modificarse a través de la experiencia. Después llegó la terapia cognitivo-conductual, que añadió un ingrediente fundamental: la forma en la que pensamos. Con ella, se intentaba identificar pensamientos dañinos y reemplazarlos por otros más funcionales.

Ese modelo tuvo un gran impacto y todavía hoy sigue siendo muy útil, pero con el tiempo se vio que no siempre era suficiente. Había personas que aprendían a detectar y cambiar sus pensamientos, pero aun así seguían sintiéndose atrapadas. Ahí fue cuando surgió la necesidad de dar un paso más: entender que no se trata solo de lo que pensamos, sino de cómo nos relacionamos con esos pensamientos y emociones. Y de esa búsqueda nacieron las llamadas terapias de tercera generación.

Principales características de las terapias de tercera generación

Aceptación, mindfulness y valores personales como base terapéutica

Lo primero que marcan estas terapias es la aceptación. No hablamos de “resignarse”, sino de dejar de pelear a todas horas con aquello que sentimos. Reconocer que la ansiedad, el miedo o la tristeza forman parte de la experiencia humana y que no desaparecen porque queramos ignorarlos. Aceptar es darles un espacio, pero sin dejar que tomen el volante de nuestra vida.

A esta idea se suma el mindfulness, que significa entrenar la atención para estar presentes, aquí y ahora. No es una moda, sino una herramienta con mucha investigación detrás: estar atentos a lo que pasa en este momento nos permite dejar de vivir en piloto automático y reaccionar de forma más consciente.

Por último, los valores personales se convierten en brújula. Cada persona elige qué es importante para ella —la familia, el crecimiento personal, la creatividad, ayudar a otros— y la terapia utiliza esos valores como guía. No se trata solo de aliviar síntomas, sino de alinear la vida con lo que de verdad nos importa.

Enfoque centrado en la relación con los pensamientos, no en su contenido

Aquí está uno de los cambios clave: no hace falta discutir con cada pensamiento negativo que aparece. Las terapias de tercera generación proponen algo diferente: no importa tanto lo que el pensamiento diga, sino cómo reaccionamos ante él.

Por ejemplo, si surge el clásico “no eres capaz”, en lugar de intentar sustituirlo por “sí que lo soy”, la idea es reconocerlo como lo que es: un pensamiento, no una verdad absoluta. Al verlo desde fuera, deja de tener tanto poder sobre nuestras decisiones.

Énfasis en el contexto, la experiencia presente y el compromiso con la acción

Estas terapias miran mucho más allá del síntoma aislado: observan el contexto de la persona. No es lo mismo sentir ansiedad en un examen, en el trabajo o al relacionarse con otros; cada situación da matices distintos.

Además, el foco está en la experiencia presente: lo que ocurre ahora mismo. El pasado y el futuro son importantes, pero la acción real sucede en el presente. Y, sobre todo, insisten en el compromiso con la acción: pasar de las palabras a los hechos. Que la persona empiece a tomar decisiones y actuar de acuerdo con sus valores, aunque el malestar siga acompañando

Las terapias de tercera generación más utilizadas hoy en día

  • Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): probablemente la más conocida. Trabaja con la aceptación, los valores y el mindfulness para ayudar a avanzar en lo que de verdad importa, aunque existan pensamientos difíciles.
  • Terapia Dialéctica Conductual (DBT): muy utilizada con personas que sufren cambios emocionales muy intensos, como en el trastorno límite de la personalidad. Enseña habilidades de regulación emocional y tolerancia al malestar.
  • Activación Conductual: muy eficaz en casos de depresión. Se centra en ayudar a la persona a recuperar actividades que le resultan significativas y que poco a poco devuelven energía y motivación.
  • Psicoterapia Analítico-Funcional (FAP): pone la atención en la relación entre paciente y terapeuta, y en cómo esa relación se convierte en un espacio real para aprender nuevas formas de estar con los demás.

¿Qué problemas o trastornos se abordan con este tipo de terapias?

Las terapias de tercera generación se aplican hoy en día a un abanico muy amplio de dificultades:

  • Ansiedad en sus diferentes formas (generalizada, social, fobias, ataques de pánico).
  • Depresión, con técnicas que ayudan a recuperar la motivación y a reconectar con actividades que aportan valor.
  • Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trabajando la aceptación de pensamientos intrusivos sin reforzar rituales.
  • Trastorno límite de la personalidad (TLP), donde la DBT ha mostrado resultados muy sólidos.
  • Dolor crónico, enseñando a convivir con el dolor sin que este paralice la vida diaria.
  • Trastornos de la conducta alimentaria, insomnio, estrés laboral o incluso adicciones.

Lo interesante es que no se centran solo en un diagnóstico concreto, sino en ofrecer herramientas que ayudan a manejar mejor la vida en general.

Beneficios de las terapias de tercera generación frente a otros enfoques

Mayor adaptación a las necesidades del mundo actual

El mundo en el que vivimos es rápido, incierto y exigente. Estas terapias encajan bien porque no buscan controlar cada detalle, sino ayudarnos a ser más flexibles y responder de forma adaptativa, incluso cuando las circunstancias cambian.

Trabajo con la aceptación en lugar de la lucha interna

El gran cambio es dejar de pelear contra lo que sentimos. La lucha constante contra pensamientos o emociones negativas suele desgastarnos más que ayudarnos. Con la aceptación, la energía se libera para dedicarla a lo que realmente queremos hacer.

Mejora del bienestar psicológico sostenido a largo plazo

El resultado no es solo sentirse mejor a corto plazo, sino aprender una forma distinta de relacionarse con uno mismo. Eso permite construir un bienestar más estable, porque no depende de que desaparezcan todos los problemas, sino de cómo vivimos con ellos.

Así, alguien que sufre ansiedad social puede aprender a convivir con pensamientos como “se van a reír de mí” y aun así decidir dar una charla, sabiendo que lo importante no es silenciar esa voz, sino avanzar en la dirección que da sentido a su vida.

Si te interesa profundizar en este enfoque y aplicarlo en tu futuro profesional, en UNIE Universidad contamos con el Máster Universitario Virtual en Psicología General Sanitaria, donde aprenderás a trabajar con estas terapias de manera práctica y rigurosa. Un programa pensado para que desarrolles las competencias necesarias y acompañes a las personas en ese viaje hacia un mayor bienestar psicológico.

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