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Diferencia entre Agile y Waterfall: comparación de metodologías

UNIE Universidad
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A la hora de gestionar un proyecto, lo primero que hay que tener claro es cómo se va a organizar el trabajo. Hay que definir bien los pasos y, sobre todo, elegir el enfoque con el que se va a abordar todo el proceso. Porque no es lo mismo planificar una campaña de comunicación, construir una aplicación móvil o lanzar un nuevo producto al mercado. Cada proyecto tiene su ritmo, sus necesidades… y su propia forma de hacerse bien.

Aquí es donde entran en juego las metodologías de gestión. Durante mucho tiempo, la más habitual fue la llamada Waterfall o en cascada: una forma de trabajar muy estructurada y con fases claramente definidas. Pero en los últimos años ha ganado terreno una manera de hacer las cosas mucho más flexible, dinámica y centrada en las personas: la Metodología Agile.

Ambos modelos tienen sus ventajas, sus limitaciones y sus momentos ideales de uso. Por eso, entender bien en qué consiste cada uno y cuándo conviene aplicar uno u otro (o incluso combinarlos) se ha convertido en una habilidad imprescindible para cualquier profesional que lidere proyectos. De hecho, si te interesa dar un paso más en este terreno y formarte de forma rigurosa y actualizada, puedes echar un vistazo al Máster Universitario en Dirección y Gestión de Proyectos de UNIE Universidad. Una formación pensada para ayudarte a tomar decisiones, liderar equipos y adaptarte con éxito a los nuevos escenarios profesionales.

Metodología Waterfall: características y fases

Secuencialidad y estructura definida

Cuando un equipo trabaja con la metodología Waterfall, lo hace como quien sigue una receta paso a paso. Primero, se planifica todo con mucho detalle y luego se va avanzando en fases muy claras, una detrás de otra, sin saltarse ninguna. No se puede construir antes de haber diseñado, ni se puede probar sin haber terminado todo el desarrollo.

Por eso es una opción que suele encajar bien en proyectos donde las cosas están claras desde el principio y no se esperan grandes cambios por el camino, como puede pasar en obras de ingeniería o desarrollos muy controlados.

Sin embargo, tiene un “pero”: si algo se queda mal definido al principio o cambia a mitad del proyecto, dar marcha atrás puede ser complicado, costoso y sobre todo, lento.

Fases del ciclo de vida en Waterfall

  1. Recogida de requisitos: se habla con el cliente o el equipo interno para definir con todo detalle qué se necesita, qué debe hacer el producto o servicio y cómo debe comportarse.
  2. Diseño: una vez que todo está claro, se pasa a diseñar la estructura técnica y funcional. Es decir, cómo se va a construir lo que se ha pedido.
  3. Desarrollo: con el diseño como guía, se empieza a construir el producto. Aquí entra en juego el equipo técnico o de desarrollo.
  4. Pruebas: cuando todo está hecho, se comprueba si funciona como debería. Se detectan errores, se corrigen y se valida que se cumpla con lo que se definió al inicio.
  5. Mantenimiento: después de la entrega, puede que surjan errores menores o necesidades de mejora. Esta fase se encarga de eso.

Metodología Agile: principios y marcos de trabajo

Principios fundamentales de Agile

Agile es casi lo contrario a Waterfall. Aquí no se trata de definirlo todo al milímetro desde el principio, sino de ir trabajando poco a poco, entregando avances reales y ajustando lo que haga falta según se va viendo el resultado.

Es una forma de trabajar mucho más abierta al cambio, donde lo importante es que el cliente esté involucrado y el equipo pueda adaptarse rápido si algo no está funcionando o hay una nueva prioridad.

La clave está en que se trabaja en ciclos cortos, se hacen entregas frecuentes y se mantiene siempre un canal abierto de comunicación. En resumen, se prioriza que el trabajo funcione y se ajuste a lo que de verdad se necesita.

Marcos de trabajo Agile

Agile como tal no es una única metodología, sino una forma de pensar que se puede aplicar de distintas maneras. Estas son algunas de las más conocidas:

  • Scrum: probablemente el marco más popular. Se trabaja por “sprints” de dos o tres semanas, en los que se intenta completar una parte funcional del proyecto. Cada persona del equipo tiene un rol claro y se hacen reuniones diarias muy breves para ver cómo va todo.
  • Kanban: aquí no hay sprints, sino un tablero visual donde se ve en qué estado está cada tarea. Es muy útil para equipos que tienen un flujo constante de trabajo y necesitan visualizar prioridades.
  • Extreme Programming (XP): está más enfocado al desarrollo de software y se centra mucho en la calidad del código, la mejora continua y la colaboración estrecha entre cliente y equipo.

Comparación entre Agile y Waterfall

Enfoque y estructura

Waterfall y Agile parten de formas muy distintas de entender cómo se organiza un proyecto. En Waterfall, todo se define desde el principio. Se hace un plan detallado y se sigue punto por punto, como si fuera una ruta marcada en un mapa: primero una fase, luego la siguiente, y así hasta llegar al final. No se vuelve atrás.

Agile, en cambio, trabaja por ciclos. Se empieza con lo básico y, poco a poco, se va construyendo, probando y mejorando. No hace falta tener todas las respuestas al principio. Lo importante es avanzar, entregar valor cuanto antes y estar preparado para adaptarse si algo cambia.

Flexibilidad y adaptación al cambio

Si en mitad de un proyecto Waterfall el cliente cambia de opinión o surge una nueva necesidad, es un problema. Hay que volver atrás, redibujar planos, ajustar tiempos y recalcular todo. Por eso se dice que esta metodología no es muy amiga del cambio.

Agile, en cambio, se lleva bien con los imprevistos. Está pensada para adaptarse. Los proyectos se dividen en pequeñas entregas que se revisan continuamente. Si algo cambia, se ajusta en la siguiente iteración sin que el equipo tenga que parar el ritmo.

Participación del cliente

En Waterfall, el cliente suele aparecer al principio, cuando se definen los requisitos, y al final, cuando se entrega el producto. Si al final algo no encaja con lo que esperaba, toca renegociar o rehacer partes.

En Agile, el cliente forma parte del proceso desde el minuto uno. Se revisa cada entrega juntos, se comenta qué funciona, qué no, y se van ajustando los siguientes pasos. No es solo que se escuche su opinión: es que se cuenta con ella en cada decisión.

Roles y responsabilidades del equipo

Waterfall funciona con jerarquías claras: hay un jefe de proyecto que toma las decisiones, reparte tareas y coordina todo. El resto del equipo ejecuta.

Agile cambia esa lógica. Aquí los equipos son más horizontales: cada persona tiene voz, se organizan de forma autónoma y las decisiones se toman de forma colaborativa. Hay figuras como el Scrum Master o el Product Owner, pero su función es más de facilitadores que de jefes.

Gestión de pruebas y calidad

Waterfall deja las pruebas para el final. Solo cuando todo está terminado se empieza a comprobar si funciona. Si aparece un fallo en ese momento, corregirlo puede ser complejo y retrasar la entrega.

En Agile, las pruebas se hacen desde el primer sprint. Se prueban las pequeñas entregas, se revisa el código y se asegura que todo esté bien antes de seguir construyendo. Esto permite detectar errores rápido, aprender de ellos y mejorar continuamente.

Cuándo utilizar Agile vs. Waterfall

Factores a tener en cuenta para elegir la metodología

No hay una metodología mejor que otra, hay metodologías que encajan mejor o peor según el tipo de proyecto. Esa es la clave. Para decidir entre Agile y Waterfall lo primero es mirar con lupa el contexto: qué se quiere hacer, con qué recursos, en cuánto tiempo y, sobre todo, cuánto puede cambiar lo que hoy parece claro.

Por ejemplo, si tienes un proyecto con los requisitos muy definidos desde el principio, con poco margen para que cambien, y sabes que cada fase debe seguir a la anterior sin sorpresas, Waterfall puede ser una muy buena opción. Esto es típico en sectores como la construcción, proyectos públicos o desarrollos técnicos muy regulados.

Si estás trabajando en algo más abierto, donde las ideas van evolucionando, las prioridades cambian y necesitas feedback continuo, entonces Agile tiene mucho más sentido. Agile es especialmente útil cuando hay incertidumbre, como al lanzar un producto nuevo, hacer un prototipo o desarrollar un software innovador.

Enfoques híbridos: combinar Agile y Waterfall

Aunque Agile y Waterfall parezcan dos mundos opuestos, en la práctica muchas empresas están optando por una solución intermedia: combinarlos. Lo que se conoce como un enfoque híbrido. No se trata de mezclar por mezclar, sino de coger lo mejor de cada uno para que el proyecto funcione bien desde el principio hasta el final.

En este modelo, puede que se empiece con una planificación muy detallada —al estilo Waterfall— para tener claro qué se quiere conseguir, cómo y con qué recursos. Pero una vez que eso está claro, el desarrollo se organiza en ciclos más ágiles, con entregas parciales, reuniones frecuentes y posibilidad de ajustar el rumbo según lo que se va aprendiendo por el camino.

Este enfoque tiene ventajas muy claras: permite mantener el control de los plazos y el presupuesto sin renunciar a la flexibilidad para adaptarse a cambios. Además, facilita la comunicación entre los distintos departamentos, porque unos pueden trabajar con lógica más tradicional y otros de forma más ágil, sin que eso sea un problema.

Ahora bien, combinar metodologías no es tan sencillo como parece y también tiene sus retos. Requiere una buena coordinación, mucha claridad en los roles y una comunicación constante entre los equipos. También hace falta que todos entiendan bien en qué parte del proceso están y qué se espera de ellos. Si no, lo híbrido puede acabar siendo un caos.



Llegados a este punto, está claro que no hay una única forma “correcta” de gestionar un proyecto. A veces lo mejor es seguir un camino bien definido, otras, ir paso a paso y adaptarse sobre la marcha. Lo importante es tener claro el contexto, saber leer las necesidades del equipo, del cliente y del propio proyecto. Si te interesa dar ese salto y formarte de forma práctica y actual en todo lo que implica liderar proyectos hoy en UNIE Universidad ofrecemos el Máster Universitario en Project Management. Esta es una formación pensada para que entiendas cómo funciona el mundo real de los proyectos y aprendas a moverte con seguridad entre plazos, equipos, cambios y entregas.

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