
La importancia del razonamiento clínico en fisioterapia: pensar antes de tratar
Desde los tiempos de Sócrates, pensar ha sido considerado un acto esencial. No una mera actividad intelectual, sino una herramienta para vivir mejor, para actuar con criterio y para entender el mundo con más profundidad. La filosofía lo colocó en el centro de todo; luego vinieron la ciencia, la medicina, la educación, la ingeniería... y en cada una de estas disciplinas, el pensamiento ha demostrado ser mucho más que una habilidad.
La fisioterapia no es ninguna excepción. Muy al contrario, el razonamiento clínico es la base que sostiene cualquier tratamiento. No basta con saber aplicar una técnica o entender la anatomía: hay que saber cuándo, cómo y por qué hacerlo en cada caso concreto. Y ese proceso —reflexivo, analítico y profundamente humano— se puede aprender, entrenar y perfeccionar. Así lo entendemos en nuestro Máster Universitario en Terapia Manual de UNIE Universidad, donde se combina el pensamiento clínico con una visión práctica y centrada en la persona.
¿Qué es el razonamiento clínico en fisioterapia?
El razonamiento clínico en fisioterapia es una especie de camino de pensamiento dinámico: recoges datos del paciente (entrevista, pruebas, observación), los mezclas con lo que sabes y has vivido como profesional, y tomas decisiones sobre qué hacer a continuación. En otras palabras, es la habilidad de integrar la información del paciente y con ella, plantear hipótesis diagnósticas eligiendo los test más útiles.
Este proceso permite distinguir, por ejemplo, si un dolor lumbar es muscular, estructural o está influido por el estrés, y decidir cómo abordarlo.
Tipos de razonamiento clínico
Razonamiento deductivo
Empieza con una regla general y la aplica al caso presente. Es como tener un axioma: “si A entonces B”. Por ejemplo, si sabemos que ciertos estiramientos alivian la rigidez muscular, y un paciente presenta ese tipo de rigidez, entonces es lógico pensar que estos estiramientos podrían ayudar.
Razonamiento inductivo
Aquí vamos del caso individual a una conclusión general. Observas cómo varios pacientes mejoran con uno u otro ejercicio y acabas concluyendo que esa estrategia suele funcionar. Es más abierto, útil para descubrir patrones, aunque sin la certeza del razonamiento anterior.
Razonamiento narrativo
Este tipo se mete de lleno en la historia de vida del paciente: sus hábitos, sus emociones, su entorno. Si alguien llega con dolor de hombro que apareció tras cuidar a un familiar enfermo, entender ese contexto nos ayuda a planear un tratamiento realista.
Razonamiento hipotético-deductivo
Es un ciclo inteligente: ves algo (por ejemplo, limitación de rotación), planteas una hipótesis (quizá rigidez cápsulo-ligamentosa), deduces consecuencias (esperas restricciones al mover el hombro) y compruebas con maniobras específicas. Si la hipótesis falla, se refina y se vuelve a empezar hasta que se encuentre una solución.
En la práctica, un fisioterapeuta no usa solo uno: combina herramientas. Deduce para mantener coherencia, induce para identificar patrones, narra para empatizar, e investiga con ciclo hipotético para ser riguroso.
Proceso de razonamiento clínico
Integrar la información del paciente
Cuando una persona entra en consulta, lo primero es entender qué le pasa, pero también cómo le afecta, qué espera y qué cree que está ocurriendo.. A eso se suma la exploración física: movimientos, palpaciones, pruebas funcionales. Todo eso nos da información que, por separado, dice poco. Pero cuando se conecta, empieza a tomar forma. Y ahí es donde el razonamiento clínico entra en juego: organizamos esos datos y empezamos a darle sentido a lo que estamos viendo y escuchando.
Elaborar hipótesis diagnósticas
Una vez que tenemos toda esa información, toca pensar. Lo que hacemos es plantear posibles causas del problema. No una única verdad absoluta, sino varias hipótesis que podrían explicar lo que le ocurre al paciente. ¿El dolor viene del tejido muscular? ¿Puede haber una irritación nerviosa?
Aquí, el fisioterapeuta actúa un poco como un detective clínico: empieza a ordenar las hipótesis de más a menos probables. Esto no se basa en suposiciones vagas, sino en años de estudio, experiencia y en lo que sabemos de cómo funciona el cuerpo.
Tomar decisiones sobre el tratamiento
Una vez seleccionadas las hipótesis más probables, llega el momento de actuar. Se eligen las técnicas o intervenciones más adecuadas para confirmar o descartar esas hipótesis y, sobre todo, para empezar a ayudar a la persona.
Esto puede incluir ejercicios concretos, técnicas de terapia manual, educación postural o cambios en rutinas diarias. Pero lo más importante es que no se da nada por cerrado: después del tratamiento, se observa cómo responde el cuerpo. Si algo no funciona como se esperaba, se vuelve atrás, se revisan las hipótesis y se ajusta el plan.
¿Cómo evitar sesgos cognitivos en el razonamiento clínico?
Identificar los sesgos más comunes
Pensar bien también significa detectar cuándo nuestros pensamientos nos juegan malas pasadas. Todos usamos atajos mentales (los llamados sesgos) para tomar decisiones rápido, pero en una consulta, eso puede ser peligroso.
Algunos de los sesgos más habituales en fisioterapia son:
- Sesgo de disponibilidad: dar más importancia a lo que hemos visto recientemente. Por ejemplo, si acabamos de tratar a tres personas con ciática, puede que veamos ciática en todos lados, aunque no sea el caso.
- Sesgo de confirmación: buscar solo datos que encajan con lo que creemos desde el principio.
- Exceso de confianza: pensar que nuestra experiencia basta y no cuestionar lo que hacemos.
- Efecto Einstellung: repetir siempre las mismas soluciones, incluso cuando no encajan del todo.
Estrategias para prevenir errores diagnósticos
La buena noticia es que estos errores se pueden evitar si somos conscientes. ¿Cómo?
- Hacerse preguntas incómodas: “¿Y si me estoy equivocando?”, “¿qué otra cosa podría ser?”.
- Contrastar con otras personas: hablar con otros compañeros del trabajo, pedir otra mirada profesional ayuda a detectar errores que solos no vemos.
- Volver a los datos objetivos: si el dolor no cambia como esperábamos, no insistamos por inercia. Hay que revisar.
- Formarse constantemente: conocer nuevas técnicas y estar al día nos da más opciones y nos aleja del piloto automático.
La clave está en mantener una actitud crítica, abierta y flexible. El razonamiento clínico no es un camino lineal, sino una herramienta que se entrena, se afina y se mejora con cada paciente.
Al cerrar este recorrido, queda claro que el razonamiento clínico es la herramienta que da sentido y eficacia a cada intervención; cultivarlo es prepararse para escuchar de verdad, pensar con rigor y ajustar el camino a cada persona, y por eso formaciones como el Máster Universitario en Terapia Manual de UNIE Universidad resultan tan valiosas: enseñamos no tanto qué hacer, sino cómo y por qué hacerlo, para convertir cada sesión en una experiencia humana y útil.